miércoles, 17 de octubre de 2012

SOBRE LA ORACIÓN DOMINICAL (San Agustín)


A nosotros, cuando oramos, nos son necesarias las palabras: ellas nos amonestan y nos descubren lo que debemos pedir; pero lejos de nosotros el pensar que las palabras de nuestra oración sirvan para mostrar a Dios lo que necesitamos o para forzarlo a concedérnoslo.

Por tanto, al decir santificado sea tu nombre nos amonestamos a nosotros mismos para que deseemos que el nombre del Señor, que siempre es santo en sí mismo, sea también tenido como santo por los hombres, es decir, que no sea nunca despreciado por ellos; lo cual, ciertamente, redunda en bien de los mismos hombres y no en bien de Dios.

Y cuando añadimos venga tu reino, lo que pedimos es que crezca nuestro deseo de que este reino llegue a nosotros y de que nosotros podamos reinar en él, pues el reino de Dios vendrá ciertamente, lo queramos o no.

Cuando decimos: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo pedimos que el Señor nos otorgue la virtud de la obediencia, para que así cumplamos su voluntad como la cumplen sus ángeles en el cielo.

Cuando decimos: Danos hoy nuestro pan de cada día, con el hoy queremos significar el tiempo presente, para el cual, al pedir el alimento principal, pedimos ya lo suficiente, pues con la palabra pan significamos todo cuanto necesitamos, incluso el sacramento de los fieles, el cual nos es necesario en esta vida temporal, aunque no sea para alimentarla, sino para conseguir la vida eterna.

Cuando decimos: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden nos obligamos a pensar tanto en lo que pedimos como en lo que debemos hacer, no sea que seamos indignos de alcanzar aquello por lo que oramos.

Cuando decimos: No nos dejes caer en tentación nos exhortamos a pedir la ayuda de Dios, no sea que, privados de ella, nos sobrevenga la tentación y consintamos ante la seducción o cedamos ante la aflicción.

Cuando decimos: Y líbranos del mal recapacitamos que aún no estamos en aquel sumo bien en donde no será posible que nos sobrevenga mal alguno. Y estas últimas palabras de la oración dominical abarcan tanto, que el cristiano, sea cual fuere la tribulación en que se encuentre, tiene en esta petición su modo de gemir, su manera de llorar, las palabras con que empezar su oración, la reflexión en la cual meditar y las expresiones con que terminar dicha oración. Es, pues, muy conveniente valerse de estas palabras para grabar en nuestra memoria todas estas realidades.

Porque todas las demás palabras que podamos decir, bien sea antes de la oración para excitar nuestro amor y para adquirir conciencia clara de lo que vamos a pedir, bien sea en la misma oración para acrecentar su intensidad, no dicen otra cosa que lo que ya se contiene en la oración dominical, si hacemos la oración de modo conveniente. Y quien en la oración dice algo que no puede referirse a esta oración evangélica, si no ora ilícitamente, por lo menos hay que decir que ora de una manera carnal. Aunque no sé hasta qué punto puede llamarse lícita una tal oración, pues a los renacidos en el Espíritu solamente les conviene orar con una oración espiritual.

martes, 2 de octubre de 2012

1ª Pedro 1, 3-7

 
  Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, a quienes el poder de Dios, por medio de la fe, protege para la salvación, dispuesta ya a ser revelada en el último momento.
    Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo.

martes, 25 de septiembre de 2012

Hoy he aprendido...

  Hoy he aprendido que la grandeza que Dios da a un alma no es cuánta sabiduría tenga o qué milagros haga, he aprendido que la grandeza de Dios en un alma es cuánto puede abajarse, humillarse y aguantar el sufrimiento amando ante el dolor, el desprecio y la humillación.
  Por eso el Padre fue glorificado en la Cruz de Cristo. Él es la máxima expresión de la grandeza del hombre, de la humillación.
  Y el Señor me lo ha enseñado a través de una persona, vivo ejemplo de esto.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Sólo Dios (hno. Rafael)


  En el "niégate" está la labor de un alma que sólo quiere vivir escondida, que nada quiere para sí, que sólo por amores divinos suspira, y que comprende que no sólo la renuncia al mundo quiere Dios, si no que hay otra más dificil que esa: la renuncia de uno mismo, la renuncia a algo que llevamos dentro, que no te sé explicar, a algo que de veras estorba..., quizá me comprendas.
 Cuando te pongas a los pies del Sagrario, mires a Jesús, contemples sus llagas, llores a sus pies y veas que ante la inmensa caridad de Cristo tú desapareces, tus lágrimas desaparecen, tu alma entera se anonada, se hace como un polvillo de arena en la inmensidad del mar...
  Entonces, ni sufres ni gozas, todo es Dios. Él lo llena todo, ni tendrás deseos y cuando alguien te pregunte ¿qué te pasa? ... ¿acaso sufres? ... ¿por qué lloras? ¿qué quieres? Entonces quizá te sonrías y dirás: ¿quién yo? ¡Jesús bendito! yo no soy nada, nada quiero, no me preguntes por mí ..., no sé ..., háblame de Dios.

jueves, 20 de septiembre de 2012

1 Cor 10, 13

   
 
   No os ha llegado ninguna prueba insuperable. Dios es fiel y no permitirá que seáis sometidos a pruebas superiores a vuestras fuerzas; ante la prueba os dará fuerza para superarla.

martes, 18 de septiembre de 2012

Isaías 62, 4-5

    No se dirá de ti jamás «Abandonada», ni de tu tierra se dirá jamás «Desolada», sino que a ti se te llamará «Mi Favorita», y a tu tierra, «Desposada». Porque Yahveh se complacerá en ti, y tu tierra será desposada.
   Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Confianza en Dios (del Padre Pío)

El corazón de nuestro divino Maestro no conoce más que la ley del amor, la dulzura y la humildad. Poned vuestra confianza en la divina bondad de Dios, y estad seguros de que la tierra y el cielo fallarán antes que la protección de vuestro Salvador.

Caminad sencillamente por la senda del Señor, no os torturéis el espíritu. Debéis detestar vuestros pecados, pero con una serena seguridad, no con una punzante inquietud.

viernes, 14 de septiembre de 2012

¿Quién, por consiguiente, me dirá que no goce de tantas alegrías admirables?

    Alégrate, pues, también tú siempre en el Señor (Flp 4,4), carísima, y que no te envuelva la amargura ni la oscuridad, oh señora amadísima en Cristo, alegría de los ángeles y corona de las hermanas (Flp 4,1); fija tu mente en el espejo de la eternidad, fija tu alma en el esplendor de la gloria (cf. Heb 1,3), fija tu corazón en la figura de la divina sustancia (cf. Heb 1,3), y transfórmate toda entera, por la contemplación, en imagen de su divinidad (cf. 2 Cor 3,18), para que también tú sientas lo que sienten los amigos cuando gustan la dulzura escondida (cf. Sal 30,20) que el mismo Dios ha reservado desde el principio para quienes lo aman (cf. 1 Cor 2,9).
   Y dejando absolutamente de lado a todos aquellos que, en este mundo falaz e inestable, seducen a sus ciegos amantes, ama totalmente a Aquel que por tu amor se entregó todo entero (cf. Gál 2,20),  cuya hermosura admiran el sol y la luna, cuyas recompensas y su precio y grandeza no tienen límite (cf. Sal 144,3); hablo de aquel Hijo del Altísimo a quien la Virgen dio a luz, y después de cuyo parto permaneció Virgen.
   Adhiérete a su Madre dulcísima, que engendró tal Hijo, a quien los cielos no podían contener (cf. 1 Re 8,27; 2 Cr 2,5), y ella, sin embargo, lo acogió en el pequeño claustro de su sagrado útero y lo llevó en su seno de doncella.

martes, 28 de agosto de 2012

¡OH ETERNA VERDAD, VERDADERA CARIDAD Y CARA ETERNIDAD! (S. Agustín)





     Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tu mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré y ví con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad. ¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí.»

     Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría, por la que creaste todas las cosas.

    ¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Levántame, Señor (de Fray Miguel de Guevara)


Levántame, Señor, que estoy caído,
sin amor, sin temor, sin fe, sin miedo;
quiérome levantar y estoyme quedo:
yo propio lo deseo y yo lo impido.

Estoy, siendo uno solo, dividido:
a un tiempo muerto y vivo, triste y ledo;
lo que puedo hacer, eso no puedo;
huyo del mal y estoy en él metido.

Tan obstinado estoy en mi porfía,
que el temor de perderme y de perderte
jamás de mi mal uso me desvía.
 
Tu poder y bondad truequen mi suerte
que en otros veo enmienda cada día,
y en mí, nuevos deseos de ofenderte

miércoles, 8 de febrero de 2012

La medicina del corazón (Esteban Correa)


    Las palabras son un vehículo de expresión en la que viajan las cosas que producen un efecto en el mundo que nos rodea, en ellas viaja la vida, la muerte, la bendición o la maldición.
    Cuando aprendemos a usar las palabras como Dios quiere, aprendemos a vivir en una bendición constante, porque la biblia nos dice: “Las palabras sabias satisfacen igual que una buena comida; las palabras acertadas traen satisfacción” (Pr. 18,30).
    Las palabras pueden sanar y herir los corazones de tal manera que marcan la vida de una persona por años. Nuestras palabras tienen la capacidad de sanar la identidad de una persona o destruirla. Tal vez muchos de nosotros fuimos marcados por palabras descalificadoras que las hemos arrastrado por años en el corazón.
    Cuando el Espíritu Santo comienza a sanar a una persona generalmente trae recuerdos de cosas del pasado para perdonar y para que se renuncie a creer esa mentira y sanarla.
    Las palabras se cargan de emociones buenas o malas, se pueden cargar de unción o de las malas intenciones de nuestro corazón. Las palabras son un vehiculo de expresión en la que viajan las cosas que producen un efecto en el mundo que nos rodea, en ellas viaja la vida, la muerte, la bendición o la maldición, la salud y la enfermedad, el amor o el odio.
    En verdad no es la palabra por si sola la que hiere, sino la sustancia y la intención que hay sobre las palabras; incluso palabras aparentemente amables pueden ser irónicas e hirientes. En la lista de las siete cosas que abomina Dios la última se refiere “al que siembra discordia entre hermanos” (Pr. 6,19). Es un pecado abominable para Dios cuando alguien confunde, hiere, provoca o tiene rudeza con sus palabras, en esta lista también se incluye la lengua mentirosa (Pr. 6,7) Muchas personas están bajo maldiciones por generar continuamente malestar con sus palabras en los demás y por habituarse a mentir.
Dios nos sana con el poder de su palabra, las palabras escritas en la biblia, están llenas de amor y sanidad. Con sus  palabras Dios sana el corazón y sana el cuerpo, porque en sus palabras esta su intención y su poder restaurador.
   “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; Mas la lengua de los sabios es medicina”. Proverbios 12,18
    Es imperante seleccionar cuidadosamente nuestras palabras, porque tienen mucho poder sobre los demás. Si somos sabios usaremos palabras de vida y aliento, palabras que son la medicina del corazón que muchos necesitan.
   Nunca se justifica agredir el corazón de los demás con palabras hirientes, antes nuestra misión es dar vida y medicina con las palabras. El servicio de Dios es dar buenas noticias, cuando tenemos amor por alguien, aun las cosas más difíciles se pueden pronunciar sin incomodar al otro. Hablemos como sabios, usemos la medicina de la palabra para bendecir y vivir bajo la bendición.
   “Panal de miel son los dichos suaves; Suavidad al alma y medicina para los huesos”. Proverbios 16,24
Aunque ciertas personas, para nuestra opinión, pueden parecernos muy  desagradables no es nuestra tarea ofenderlas, Dios ama a las personas más allá de nuestra comprensión y nuestra meta no es ponernos en lugar de jueces, sino saber que Dios ama a esa persona; y si tenemos que hablar y tratar algún problema o enfrentar una situación de enojo, nunca eso significa ofender o herir la estima de la otra persona.
    Tus palabras podrán hacer en otros que se aferren a ellas en momentos difíciles o de debilidad, los que viven hablando vida, esperanza, fe y bendición están estableciendo el reino de Dios en la tierra.
   Los líderes que mayor impacto tienen en la gente son los que dicen palabras de aliento y levantan la estima de los demás, que se enfocan en destacar lo mejor. Algunos piensan que usando de amenazas e intimidación van a lograr que los demás los sigan, pero lo que logran es que se llenen de recelo y producen una relación tensa.
   Validar significa dar el valor necesario, todos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, esto significa que todos merecemos un buen trato. Aprende hoy a sanarte de las palabras mal intencionadas que te dijeron aferrándote a lo que Dios dice de ti en su palabra, y aprendamos a hablar bendición, sabiduría y honestidad para llegar a cumplir nuestro propósito en la tierra.
   ¿Quieres ver días buenos en tu vida?
    “Porque: El que quiere amar la vida  Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño. Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala”. 1 Pedro 3,10-11

jueves, 2 de febrero de 2012

Mi vocación es el amor


No esperes sentir amor para realizar actos concretos de amor, ¡aunque no sientas, quieras amar! 

Santa Teresa del niño Jesús nos muestra que la santidad es posible, que está al alcance de todos y que es posible para todas las edades, para todas las situaciones de vida. 

La vida de Santa Teresa es un continuo llamado de Dios para todos nosotros: "¡sed santos!" En la Iglesia, ella encontró el camino más corto, más simple y el más correcto, como ella misma dijo: "en la Iglesia encontré mi vocación: el amor".

Hoy, te invito a hacer gestos concretos de amor. Ni es necesario buscar, el propio Dios nos coloca personas que conviven con nosotros continuamente. El pedido de Dios es que amemos estas personas concretas con gestos concretos.

No tengas miedo de hacer gestos concretos de amor. El amor se expresa con gestos. Inclusive, es más fácil. Tú conoces a las personas, sabes sus necesidades, sus gustos... ¿por qué, entonces, no amarlas expresando eso con gestos concretos?

Hay dos caminos: a veces tenemos amor en el corazón, basta convertirlos en gestos concretos; y otras veces, no sentimos amor y porque queremos amar, hacemos un acto de voluntad, que acaba produciendo amor en nuestro corazón.

¡Experimenta! No esperes sentir amor para realizar actos concretos de amor, aunque no sientas, quieras amar, ama, decídete por el amor y haz todos los gestos que puedas para las personas con quienes convives.

No dudes, no importa quién eres tú, cuál sea tu estado de vida, tu profesión. Tú podrás decir: encontré mi vocación: es el amor.

Que Dios bendiga esta linda aventura

Tu hermano,


Padre Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canção Nova

martes, 31 de enero de 2012

Para tener humildad

  “Jesús, Señor nuestro, prostrados a tus pies, con toda la humildad que nos es posible, reconocemos ante la faz del cielo y de la tierra que:
Nada somos por nosotros mismos;
Nada podemos;
Nada valemos;
Nada tenemos fuera del pecado;
Somos siervos inútiles;
Por nuestro nacimiento natural y criminal, somos hijos de la ira y de la maldición;
Somos los últimos de todos los hombres y
Somos los primeros de todos los pecadores.
Por eso nos merecemos toda  confusión e ignominia,
Y a Ti todo el honor y la gloria por los siglos de los siglos.
Jesús, Señor nuestro, ten piedad de nosotros.
(Méditationssur l´Humilité. Oeuvres Complètes, II, 72)