viernes, 25 de febrero de 2011

Sólo se ha de descansar en Dios sobre todas las cosas


Ánima mía, sobre todas las cosas tú huelga siempre en Dios; que él es la eterna holganza de los santos. Otórgame tú, dulcísimo y amantísimo Jesús, holgarme en tí sobre todas las cosas criadas, y sobre toda salud y hermosura, sobre toda gloria y honra, sobre toda paciencia y dignidad, sobre toda ciencia y sutileza, sobre todas las riquezas y artes, sobre toda alegría y gozo, sobre toda fama y loor, sobre toda suavidad y consolación, sobre toda esperanza y promesa, sobre todo merecimiento y deseo, sobre todos los dones que puedes dar y enviar, sobre el gozo y dulzura que el ánima puede recibir; y en fin sobre todo los ángeles y arcángeles, sobre la corte del cielo, y sobre todo lo visible e invisible, y sobre todo lo que tú Dios mío, no eresPorque tú, Señor, eres bueno sobre todo, tú sólo altísimo, tú sólo potentísimo, tú sólo muy suficiente, y muy lleno y muy placentero, tú sólo hermosísimo, y muy amoroso, tú sólo nobilísimo y muy glorioso sobre todas las cosas, En tí está todo bien perfectamente; junto estuvo y estará. Por eso poco es, y no satisface cualquier cosa que me das o revelas, o prometes de tí mismo, no te viendo, ni poseyendo cumplidamente. Porque no puede mi corazón holgar y contentarse verdaderamente si no descansa en tí, trascendiendo todos los dones, y todo lo criado.
¡Oh Esposo mío, amantísimo Jesús, amador purísimo, Señor de todas las criaturas, quién me dará plumas de verdadera libertad para volar y holgar en tí! ¡Oh cuándo me será otorgado ocuparme en tí cumplidamente, y ver cuán suave eres, Señor Dios mío! ¡Cuándo me recogeré del todo en tí, que no sienta a mí por tu amor, mas a tí sólo sienta sobre toda manera y sentido, y en manera no manifiesta a todos!
Ahora muchas veces doy gemidos, y sufro mi miseria con dolor, porque me acaecen muchos males en este miserable valle, los cuales me turban a menudo, me entristecen y anublan, y muchas veces me impiden, distraen, halagan y embarazan, porque no tenga libre entrada a t´ı, y no goce de tus alegres brazos, los cuales gozan sin impedimento los espíritus bienaventurados. Muévate, Señor, además de mi suspiro, la gran destrucción que hay en la tierra. ¡Oh Jesús, resplandor de la eterna gloria, consolación del ánima que va peregrinando, ante tí está mi boca sin voz, y mi callar te habla. Hasta cuándo tarde de venir mi Señor! Venga a este su siervo pobrecillo, y hágame alegre. Envíe su mano, y libre a mí miserable de tanta angustia. Ven, que sin tí ningún día ni hora tendré descanso; que tú eres mi alegría, y sin tí vacía está mi mesa.
Miserable soy, y casi encarcelado y preso en grillos hasta que tú, Señor, me recrees y pongas en libertad, y me muestres tu amigable rostro. Busquen otros lo que quisieren en lugar de tí; que a mí ninguna otra cosa me agrada, ni me agradará, sino tú, Dios mío, esperanza mía, salud eterna. No callaré, ni cesaré de rogarte hasta que a tu gracia vuelva, y tú hables de dentro y me digas: yo soy: vesme aquí, pues me llamaste: tus lágrimas y el deseo de tu ánima y tu humildad, y la contrición de tu corazón me han inclinado, atraído a tı.
Y respondí: Señor, yo te llamé y deseé gozarte; aparejado estoy a dejar toda cosa por tí: mas tú primero me desertaste para que te buscase. Bendito seas, Señor, que hiciste con tu siervo esta bondad. Según la multitud de tu misericordia. Señor, ¿qué mejor cosa puede hacer tu siervo delante de tí, que humillarse muy de veras, acordándose de su propia maldad y vileza? No hay cosa semejante a tí en todas las maravillas del cielo y de la tierra.
Señor, tus obras son muy buenas, tus juicios rectos, tu providencia rige todas las cosas; y por eso honra y gloria sea a tí. Sapiencia del Padre, a tí te alabe y bendiga mi boca, mi ánima, y juntamente toda cosa criada.

martes, 22 de febrero de 2011

CORAZÓN LIMPIO


Tu corazón debe estar totalmente limpio para que puedas amar a Dios al 100% de tu capacidad. Por ello, debes liberarte, día a día, de todos los egoísmos y heridas que limitan tu capacidad de amar. Analízate a ti misma y observa todas tus limitaciones. ¿Te afecta el juicio negativo de otros sobre ti? ¿Tienes prejuicios sobre algunas personas? ¿Te resulta difícil amar a alguien? ¿Te resientes con facilidad? ¿Eres dura para perdonar o para servir o para compartir tus cosas? ¿Tienes apegos a ciertas cosas, personas o lugares? ¿Tienes miedos graves, obsesiones, traumas? ¿Te deprimes y te hundes fácilmente? ¿0 crees que tienes un corazón sano y limpio? ¿Estás dispuesta a darlo TODO, hasta algún miembro de tu cuerpo, si Dios te lo pide?

De todas maneras, no te desanimes, Jesús ha venido a sanar y limpiar. El es el mejor psiquiatra y psicólogo del mundo. El es el mejor médico cirujano y puede cambiar tu corazón de piedra en un corazón de carne (Ez 36,26). El sagrario es su consultorio, donde puedes acudir sin sacar cita a cualquier hora del día o de la noche. El no te va a cobrar nada y te va a recibir con infinito amor. El es especialista en todas las enfermedades, es médico de cuerpos y almas. Acude a El. Entrégale todos tus sentimientos negativos, todas tus tristezas, miedos, dudas, ansiedades, soledad, agresividad. Dale TODO, hasta tu sexualidad. El quiere sanarte, desde el vientre de tu madre, todo lo que hayas recibido negativamente, aunque haya sido sin culpa tuya.

Si te pesa tu subconsciente por tantos recuerdos dolorosos o experiencias negativas..., El te aliviará. Déjate bañar en su luz, en su amor, en su paz cada día. Tu vida es un libro abierto para El. No le vas a decir nada nuevo. El lo sabe todo. Así te será más fácil contárselo TODO. Además, para El nada hay irreversible o imposible. Por muy fuertes que sean tus complejos, miedos o adiciones, El puede romperlos. El quiere hacer de ti una persona nueva. Déjate amar por Jesús. Su amor te irá sanando poco a poco. Su amor es sanador.

Que nada ni nadie sea capaz de quitarte tu alegría, porque tu alegría es de Dios. Y ¿quién te separará del amor de Jesús? "¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?... En todas estas cosas vencemos por aquél que nos ha amado. Porque estoy seguro que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rom 8,35-39).

Entrégale a Jesús por medio de María todos tus miedos y todo lo que te limita como persona, y pídele un corazón sano y limpio para amarlo con TODO tu corazón. Así cumplirás el primer y más importante mandamiento, que compendia todos los demás y en el que se resumen toda la Ley y los profetas: "Amarás al Señor tu Dios, con TODO tu corazón, con TODA tu alma, con TODAS tus fuerzas y con TODA tu mente y al prójimo como a ti mismo... Haz estoy vivirás" (Le. 10,26-28).

miércoles, 9 de febrero de 2011

Hermano Rafael

Jesús mío, arrodillado humildemente a los pies de tu santísima Cruz, te pido con todo fervor me des la virtud de la paciencia, me hagas humilde y me llenes de mansedumbre... Jesús mío, mira que esas tres cosas las necesito mucho.

Ayer sufrí un desprecio de un hermano..., me hizo llorar y si no hubiera sido porque Tú desde la Cruz me enseñaste a perdonar, quizás hubiera cometido una falta ¡Cuánto me costó vencerme!... Pero dormí más tranquilo.

Bendito Jesús, ¿qué me enseñarán los hombres, que no enseñes Tú desde la Cruz?

Ayer vi claramente que solamente acudiendo a Ti se aprende; que sólo Tú das fuerzas en las pruebas y tentaciones y que solamente a los pies de tu Cruz, viéndote clavado en ella, se aprende a perdonar, se aprende humildad, caridad y mansedumbre.

No me olvides, Señor..., mírame postrado a tus pies y accede a lo que te pido.

Vengan luego desprecios, vengan humillaciones, vengan azotes de parte de las criaturas..., ¡qué me importa! Contigo a mi lado lo puedo todo... La portentosa, la admirable, la inenarrable lección que Tú me enseñas desde tu Cruz, me da fuerzas para todo.

A Ti te escupieron, te insultaron, te azotaron, te clavaron en un madero, y siendo Dios, perdonabas humilde, callabas y aún te ofrecías... ¡Qué podrá decir yo de tu Pasión!.. Más vale que nada diga y que allá adentro de mi corazón medite en esas cosas que el hombre no puede llegar jamás a comprender.

Conténteme con amar profundamente, apasionadamente el misterio de tu Pasión, y aprenda a sufrir de la manera que Tú lo hiciste. Ya sé que eso es el imposible de los imposibles, pero mira Señor Jesús mi intención.

¡Qué dulce es la Cruz de Jesús! ¡Qué dulce es sufrir perdonando!

¡Qué dulce es sufrir abandonado de los hombres estando abrazado a la Cruz de Cristo! ¡Qué dulce es llorar un poquito nuestras penas y unirlas a la Pasión de Jesús! ¡Qué bueno es Dios, que así me prueba, y desde su Cruz santa, me enseña! Me enseña sus llagas manando sangre inocente; me enseña un semblante del que en medio de la agonía y del dolor, no salen quejas, sino palabras de amor y de perdón.

¡Cómo no volverme loco!... Me enseña su Corazón abierto a los hombres, y despreciado... ¡Dónde se ha visto ni quién ha soñado dolor semejante!

¡Qué bien se vive en el Corazón de Cristo! ¿Quién se puede quejar de padecer?

Sólo el insensato que no adore la Pasión de Cristo, la Cruz de Cristo, el Corazón de Cristo, puede desesperarse en sus propios dolores.

Pero el que de veras ame, y sienta lo que es unirse a Jesús en la Cruz, ese bien puede decir que es sabroso el padecer, que es dulce como miel el dolor, que es un enorme consuelo el padecer soledad tedio y tristeza por parte de los hombres.

¡Qué bien se vive, junto a la Cruz de Cristo!

Cristo Jesús, enséñame a padecer... Enséñame la ciencia que consiste en amar el menosprecio, la injuria, la abyección... Enséñame a padecer con esa alegría humilde y sin gritos de los santos... Enséñame a ser manso con los que no me quieren, o me desprecian... Enséñame esa ciencia que Tú desde la cumbre del Calvario muestras al mundo entero.

Mas ya sé..., una voz interior muy suave me lo explica todo..., algo que siento en mí que viene de Ti y que no sé explicar, me descifra tanto misterio que el hombre no puede entender... Yo, Señor, a mi modo, lo entiendo..., es el amor..., en eso está todo... Ya lo veo, Señor..., no necesito más, no necesito más... es el amor, ¿quién podrá explicar el amor de Cristo?... Callen los hombres, callen las criaturas... Callemos a todo, para que en el silencio oigamos los susurros del Amor, del Amor humilde, del Amor paciente, del Amor inmenso, infinito que nos ofrece Jesús con sus brazos abiertos desde la Cruz.

El mundo loco, no escucha... Loco e insensato vuela embriagado en su propio ruido..., no oye a Jesús, que sufre y ama desde la Cruz.

Pero Jesús necesita almas que en silencio le escuchen.

Jesús necesita corazones que olvidándose de sí mismos y lejos del mundo. adoren y amen con frenesí y con locura su Corazón dolorido y desgarrado por tanto olvido. Jesús mío, dulce dueño de mis amores, toma el mío.

A los pies de tu Cruz lo pongo... Está junto al de María. Jesús mío, tómalo..., enséñale tus heridas... Enséñale tus dolores y tus amarguras. Enséñale tus tesoros para que aprenda a despreciar el mundo y todo lo que no seas Tú... Enséñale el amor... Ponle junto a tu Corazón para que de una vez se embriague en tus delicias, y se empape en tu purísima divinidad.

Virgen María..., estoy loco, no sé lo que pido, no se lo que digo... Mi alma desbarra... No sé lo que siento; mis palabras son torpes y mal arregladas, pero tú, Virgen María, Madre mía, que ves los anhelos de todos tus hijos, sabrás comprender.

Ya sé que es mucho lo que pido, pues lo pido todo.

Yo en cambio, Señora, todo lo he dado y si aún me queda algo, tómalo también, Señora, y dáselo a Jesús. Ya sé que aunque diera mil vidas que tuviera, no sería digno de recibir ni siquiera un pensamiento bueno de Dios, pero es mi modo de hablar... Ya sé que lo he dado todo y... es nada. No alego, pues, lo que el mundo cree méritos, para pedir a Jesús un poquillo de amor. Él lo da a quien y cuando le place. Y ya que los sacrificios y renuncias que he hecho por Jesús no son bastante..., te ofrezco, Señora, algo que no puedes desechar, algo por medio de lo cual tienes que oírme, algo que hace abrirse los cielos y que el mismo Padre mira complacido... Es, Señora, la Pasión de Cristo, tu Hijo... Es la Sangre de Cristo; es la Cruz donde murió el Hijo de Dios.

Señora, Virgen María..., ¿ves?, con la Cruz lo puedo todo.

No me olvides Madre mía..., y perdona las chifladuras de este pobre oblato trapense, que quisiera volverse chiflado de veras, de tanto amarte a ti, Virgen Madre, y de tanto amar su obsesión..., que es la Cruz de Jesús su divino modelo. Así sea.

viernes, 4 de febrero de 2011

Parábola

En el vientre de una mujer embarazada, dos bebés sostienen una conversación. Uno de ellos es creyente y el otro ateo.

El ateo: ¿Crees en la vida después del nacimiento?

El Creyente: Por supuesto. Todos saben que hay vida después del nacimiento. Estamos aquí para crecer y estar fuertes y preparados para lo que nos espera cuando ocurra.

El ateo: ¡Tonterías! No puede haber vida después del nacimiento. ¿Puedes imaginarte como sería esta vida?

El Creyente: No conozco los detalles, pero creo hay más luz y tal vez allí caminaremos y nos alimentaremos solos.

El ateo: ¡Qué disparate! ¡Es imposible caminar y alimentarnos solos! ¡Ridiculeces! Tenemos el cordón umbilical que nos alimenta. Solamente quiero señalarte esto: La vida después del nacimiento no puede ser porque nuestra vida, el cordón, es demasiado corto.

El creyente: Estoy seguro que es posible. Sólo que será un poco diferente. Puedo verlo.

El ateo: ¡Pero no hay nadie que haya regresado de allí! La vida sencillamente se termina con el nacimiento. Y sinceramente, la vida está llena de sufrimientos en la oscuridad.

El creyente: ¡No, no! No sé exactamente cómo será la vida después del nacimiento pero en cualquier caso, vamos a conocer a nuestra mamá, ¡Y ella cuidará de nosotros!

El ateo: ¿Mamá? ¿Tú crees que tenemos una mamá? ¿Y entonces en dónde está?

El creyente: ¡Ella está por todos lados a nuestro alrededor y nosotros nos encontramos dentro de ella! Nos movemos por ella y gracias a ella estamos vivos. Sin ella no existiríamos.

El ateo: ¡Qué tontera! Yo no he visto una mamá así; por lo tanto no existe.

El creyente: No puedo estar de acuerdo contigo. De hecho, algunas veces, cuando todo está muy quieto, podemos escucharla cantando y siento cómo acaricia nuestro mundo. Estoy convencido de que nuestra verdadera vida comenzará después del nacimiento.