Los que son
movidos por el Espíritu Santo, éstos son hijos de Dios (Rom. 8, 14). La
característica de Teresa es la infancia espiritual; su «caminito» es el camino
de la infancia, y en concreto es el camino de los hijos de Dios según el
Evangelio. San Pablo dice de manera explícita: Los hijos de Dios son los que
se dejan conducir por el Espíritu Santo. Esta es la explicación lógica de la
vida y de la espiritualidad de Santa Teresa del Niño Jesús.
Todo el mundo está de acuerdo en que la finalidad de la
ascética es someter a las almas a la acción interior del Espíritu Santo. Sólo
bajo su influjo puede desarrollarse en el alma la vida sobrenatural, la vida
divina, la santidad. Existen métodos que no tienen en cuenta este principio; no
parece sino que pretenden convencer al alma de que todo depende de su trabajo,
de sus esfuerzos personales, de sus múltiples y complicadas resoluciones.
En lugar de dilatar el alma ayudándola a olvidarse de sí y
encaminarse a Dios por la fe en el Amor, la humildad y la confianza, dichos
métodos la repliegan sobre sí misma. Trabajo laborioso y estéril el de esos mil
exámenes que la consumen y no sirven sino para hacerla concebir un verdadero
hastío de la vida espiritual. Reconocen, ciertamente, el valor y la necesidad de
la oración, pero en la práctica, en lugar de ayudar a las almas a someterse a la
acción de Dios, único Autor de la Santidad, la acostumbran a fiarse de sus
propios esfuerzos en el trabajo de la perfección. No otra cosa se consigue con
estos métodos complicados que presentan las virtudes con divisiones y
subdivisiones sin fin.
A estos métodos se refería sin duda Teresa cuando decía: «A
veces, cuando leo ciertos tratados en que la perfección aparece erizada de
obstáculos, mi pobre espíritu se cansa; cierro entonces el libro que me rompe la
cabeza y me seca el corazón y abro la Escritura Sagrada; entonces todo me parece
luminoso, la perfección me resulta fácil; basta reconocer la propia nada y
abandonarse con la sencillez de un niño en los brazos de Dios.» Los que son
movidos por el Espíritu Santo, éstos son hijos de Dios. «¡No puedo
comprender ni menos poner en práctica ciertos libros! Serán buenos para almas
más grandes que la mía; yo me regocijo de ser pequeña, porque Sólo los niños
y los que se les asemejan entrarán en el cielo» (Mat. 19, 14). Hemos de
confesar, efectivamente, que esos métodos distan mucho de la sencillez
evangélica. La sencillez es la característica de la ascética de Teresa. Enseña a
las almas a buscar a Dios para que El las libre de sus miserias; deben dejarse
atraer por Dios, entregarse a El, contar siempre con El. Esto equivale a decir
que Teresa procura vivir bajo la influencia y la acción del Espíritu Santo. Su
vida no es sino la práctica, sugestiva en extremo, de este principio esencial de
la teología ascética y mística. Los que son movidos por el Espíritu
Santo... Hablo de principio teológico, pues bajo este aspecto quiero
presentar a Teresa en estas páginas. No me canso de admirar la solidez, la
profundidad de su teología; sin saberlo ella misma, sin sospecharlo siquiera,
habló como verdadero teólogo de la más profunda teología: la vida de Dios en
nosotros.
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